Coronavirus
Soy un ser humano y como tal, poseo un valioso y misterioso instrumento: la mente.
La mente es bulliciosa, efervescente, caótica, imparable, infinita...
Mucho más incluso en períodos tan extraordinarios como un confinamiento mundial.
Lo que me lleva a escribir estas líneas.
Si al comenzar el año me hubieran dicho que poco después aparecería un virus de tal calaña que en pocos días se convertiría en pandemia obligando a poner en cuarentena a media población mundial, que causaría tantísimas muertes, colapso sanitario, pánico colectivo, recesión económica, estanterías de papel higiénico vacías en los supermercados alrededor del mundo y que el agente contaminante seríamos nosotros...
Me hubiera costado tanto creerlo.
De hecho, aún espero que en cualquier momento las cámaras aparezcan tras algún decorado cual show de Truman...
Después del fatídico año que acabábamos de dejar atrás, tras tantos incendios alrededor del mundo: el Amazonas, África, Australia, el Ártico, Canarias, con toda la pérdida de biodiversidad que ello conlleva. La muerte masiva de abejas, la muerte del glaciar Okjökull (el primer glaciar de Islandia)... Quien nos diría que 2020 nos depararía un año más sórdido aún que el anterior.
Pero aquí estamos, en el 16° día de aislamiento casero, encarando desde la incomodidad de nuestro sofá la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial y que según dicen traerá consecuencias similares a la Gran Depresión...
Formando parte de un escenario digno de una película postapocalíptica de serie B, sin tantos efectos especiales, pero lleno de personajes con mascarillas paseando a sus perros por la calle, saliendo a aplaudir a determinadas horas a su balcones, saliendo a pasear perros de peluche, montando fiestas con sus vecinos desde sus balcones, tirándose por las ventanas, animales aventurándose a adentrarse en territorio antes humano en busca de comida, calles vacías, negocios cerrados, el miedo latente...
Las ganas de que todo vuelva a la normalidad, de volver a salir a tomar el sol, un café, ver y oler el mar, sentarnos en algún parque, correr, abrazar, viajar, etc. se intensifican a cada recuerdo de la vida antes del encierro.
Este año marcará un antes y un después en nuestra historia.
Y en medio de todo este delirio, ¿te has dado cuenta de que las campanas se volvieron sirenas?
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